Cuando vea a un dibujante dibujar, no le distraiga. Porque no le va escuchar. No es por no molestarle, es que no está ahí donde le ve. Está si acaso su cuerpo. Pero es la carcasa… no es él.
Al menos eso nos pasa a nosotros cuando le vemos sentado. Sabemos que habrá que esperar un rato a que vuelva a nuestro lado.
Es un tipo curioso, porque no parece dibujar. Parece un enamorado… y sus trazos –perdonad- parecen besos. No vean la envidia que da.
Es como si besara la mano de María y de Jesús. Y murmura algo que un día le vimos escrito. SALVE RADIX, SALVE PORTA, EX QUA MUNDO LUX EST ORTA. María puerta, Jesús luz.
Hemos llegado con él al siguiente acuerdo: nos permite difundir sus dibujos a cambio de que pueda hacer más. Para nosotros, buen trato, a él… dice que le servirá.
Y es lo que puedo contar sobre su facilidad extraña. No la de dibujar, sino la de parecer que está, sin estar de verdad en la estancia.
Ojalá sirva el cariño puesto en su confección para acercar a María o a José a nuestra vida. Un San José sin barba, padre joven, dibujó… y también a una niña con la Virgen el día de su comunión. Por fuera, unidas por trazos. Por dentro, por el corazón.